domingo, 20 de septiembre de 2009

5770 (discurso dun dybbuk). Por Marcelo Birmajer

EN EL AÑO NUEVO JUDÍO, EL ANTISEMITISMO DE SIEMPRE
5770 (discurso de un dybbuk)

Hace tanto tiempo que estoy muerto, que ya no me acuerdo de si morí. Tal vez estoy vivo y, como Julio Iglesias, simplemente me olvidé de vivir. En cualquier caso, todavía recuerdo mi infancia, pero no el día de mi muerte.

Hasta hace poco, hubiera jurado que había una lápida con mi nombre. Pero como hoy ni siquiera veo mi lápida, ya no sé qué pensar. Cuando pasé por Tablada, a despuntar una partida de dominó con mis amigos muertos, no vi ninguna tumba con mi nombre.

Aparentemente, la semana pasada robaron lápidas de este cementerio. Puede que entre ellas se hayan llevado la mía, y efectivamente yo esté igual de muerto que mis compañeros del dominó, cuyos nombres aún refulgen bajo la luna.

Esto tal vez haya sido únicamente un robo. Pero, en cualquier caso, la profanación de tumbas judías siempre me pareció una de las actividades definitorias de nuestros enemigos. Trataba de imaginarme a los nazis argentinos reuniéndose en sus catacumbas, decidiendo romper o pintarrajear tumbas judías. ¿Lo decidirían por votación? ¿Se esmerarían para que les tocara en suerte poder profanar una tumba? ¿Volverían del cementerio judío y le contarían orgullosos a sus hijos: hoy escupí a un muerto? ¿ Se vanagloriarían frente a una mujer, oliendo a cadáver: ¡no sabés, hoy insulté a un muerto!?

El Reich de Hitler anunció una duración de 1.000 años, y no llegó a 13. Seis años duró su guerra. Todavía están enojados con los judíos, a quienes quisieron destruir, que han durado mucho más de cinco mil años. Pero no hablo de los muertos judíos, a quienes vanamente, con un temperamento infantil y ambiciones monstruosas, pretenden ensuciar. Hablo de los judíos vivos: llevamos más de cinco mil años de existencia, amando la vida. Incluso los sobrevivientes de la Shoá tuvieron hijos, nietos y bisnietos. Y los propios sobrevivientes, y sus hijos y bisnietos, crearon el primer Estado judío en 2.000 años. Y los nazis, que se propusieron durar mil años y no duraron 13, a lo máximo que pueden aspirar es a profanar tumbas. Es un destino triste.

No me gustaría dedicar mis noches a enredarme con muertos. Cuando yo estaba vivo, al menos cuando estaba seguro de que estaba vivo, no venía nunca al cementerio. Mis padres murieron en la Shoá, y mis ex esposas me rogaron que al menos en el Otro Mundo las dejara en paz. No me gustan los cementerios. Ni siquiera ahora, que no sé si estoy vivo. Vengo a ver a los amigos, pero no me quedo. Visito Venecia, París, paso mucho tiempo en Israel. Realmente, si me dieran a elegir: ser un judío al que le roban la tumba o ser un nazi que profana tumbas, seguiría eligiendo ser judío. Tal vez eso es lo que más desespera a los nazis, y lo que los lleva a profanar tumbas judías: que los judíos eligen seguir siendo judíos, pese a todo. Se desesperan, los nazis. Mucho más ahora que, como existe Israel, ya no les resulta tan fácil matar niñas, ancianos, mujeres, judíos desarmados.

Entonces, como no pudieron detener la continuidad judía ni con la Shoá, ni lograron destruir el renacimiento judío en Israel, en un acto de impotencia infantil, atacan a los muertos. Como si pudieran librar un combate en el más allá. Pero no... este combate también lo pierden. Las tumbas se cambian, los nombres se vuelven a inscribir. Pero el olor de la muerte en los huesos para el profanador que ataca a un muerto, esa podredumbre que lo persigue a la cama, que le impide acariciar a un hijo, que lo puebla de un olor pestilente cuando intenta acercarse a una mujer... eso no se puede borrar ni cambiar.

Debe de ser muy molesto para un nazi, ver cómo los judíos prosperan, y continúan su existencia milenaria, en las diásporas, en la única democracia de Medio Oriente; mientras el destino nazi, aquel destino que el arquitecto Speer había imaginado resplandeciente de edificios cuadrados, ese destino que hubiera librado a Goebbels de su renguera, y hecho relucir a Hitler alto y rubio..., se limita ahora a la profanación de tumbas judías. Qué infelices. ¿Qué hiciste hoy, papá? No sabés, le rompí la tumba a un Moishe... ja, ja. Es un cuento de Bustos Domecq.

Es verdad que a los nazis siempre les ha gustado la muerte. Viven para ella, y mueren por cualquier estupidez. Pero sus herederos han desarrollado más la veta patética que el poder destructivo. Hamas, por ejemplo, que les promete a sus bombas humanas que si explotan en un colectivo o una pizzería israelí conseguirán 72 huríes en el paraíso. Que el muchacho que se vuela en pedazos, con la bendición de su padre y su madre, se crea que su cuerpo se reunirá en el Paraíso y que recauchutado tendrá acceso a 72 vírgenes... en fin, no me parece un avance resonante en la mitología nazi. ¿Qué tienen en la cabeza? Muchos de ellos son universitarios, de clase media; incluso los hay que son mujeres. Sus líderes son millonarios. ¿Por qué se les ocurren esas cosas?

Y los que profanan tumbas aquí, en un país como Argentina, que es tan dulce... ¿Por qué no estudian? ¿Por qué no escuchan un disco? O salen a caminar. ¿Qué los impulsa a vivir en el cementerio? Lo de ellos tal vez sea peor que no saber si se está vivo: ni siquiera saben qué es estar vivo. Y por eso merodean los cementerios, intentan buscarle pelea a un muerto. Obligan a todos los suyos a vivir en la inmundicia.

Es cierto: es doloroso y molesto que profanen las tumbas de nuestros parientes. También es molesto y doloroso que las roben. Y posiblemente haya que redoblar la seguridad en Tablada, ya que nuestros enemigos son escatológicos. Pero no somos víctimas. Hemos perdurado, sobrevivido y prosperado. Los enemigos que atacaron a Israel en las historias que narra la Torá sólo son conocidos porque se les nombra en la Torá; mientras que Israel es el nombre del nuevo país de los judíos. Y nuestros actuales enemigos, o prometen 72 vírgenes en el Paraíso a sus suicidas-homicidas, o profanan tumbas.

Nosotros festejamos 5770 años ininterrumpidos de vida. Todo parece indicar que, igual que los filisteos, los profanadores de tumbas desaparecerán de la faz de la Tierra, y ni siquiera tendrán el consuelo de figurar en nuestro Libro.

domingo, 6 de septiembre de 2009

O burka chega ás nosas portas. Por Nicole Muchnik.

Para unha muller occidental é moi difícil falar do burka con frialdade, coa cabeza e non os sentimentos, polo moito que nos afecta esa ostentación de submisión, de servidume da muller, esa negación extrema da igualdade entre os sexos. Con todo, o problema atópase ás nosas portas. Xa non se trata só de simpatizar coas nosas irmás iranianas, sauditas ou iemenís, que sofren lategazos e lapidacións, senón de saber que corresponde pensar e facer cando o burka está entre nós. Sabemos máis ou menos o que ocorre nos países que aplican a sharía, aínda que sexa difícil facerse unha idea exacta, é dicir, porse no lugar das mulleres sometidas a eses réximes.

En Afganistán, país do burka por excelencia, a peza foi introducida a principios do século XX polos pastunes. "é talla única, presiona terriblemente a cabeza, non ves o chan que pisas e perdes o sentido da orientación", din Anna Tortajada, Mónica Bernabé e Mercé Guilera, que o probaron. As secretarias, enfermeiras, mestras, abandonaron o seu traballo e viven condenadas á miseria se non contan co sostén dun home. As viúvas dedícanse á mendicidade na rúa ou á prostitución. Ningunha muller pode saír á rúa se non vai acompañada do seu pai, nin acudir á consulta dun médico home, nin aspirar á educación. As escolas de nenas, máis ou menos clandestinas, son obxecto de atentados con bombas.

Arabia Saudita, cualificada como "o maior cárcere de mulleres do mundo" por Wajeha Al Huweidar, xornalista saudita e activista dos dereitos humanos, é o país do niqab, unha peza de pesada tea negra que permite ver mediante unha pequena ventaniña á altura dos ollos. As mulleres pasan toda a súa vida baixo a tutela dun home: marido, pai, avó, irmán ou fillo. Non teñen dereito a conducir, nin a solicitar un préstamo, nin a viaxar sen a autorización do marido ou dun home da súa familia; nin sequera a pasear pola rúa soas, so pena de ser detidas. Tampouco están autorizadas a acompañar ao seu marido a actos sociais. Nos transportes públicos, non poden entrar polo mesmo acceso que os homes. Unha muller de 70 anos á que a moutawa, a policía relixiosa, sorprendeu na súa casa con dous mozos, dos que un era o seu fillo de leite, de 24 anos, e o outro un veciño que fora a levarlle pan -un delito chamado khilva-, foi condenada por un tribunal a 90 lategazos.

Máis que o burka afgán, é o niqab de obediencia salafista o que podemos ver hoxe nas rúas de Francia, Dinamarca, Alemaña e outros países europeos.

En Francia, a rama dos Renseignements Généraux (RG) (os servizos de intelixencia) encargada da vixilancia do islam radical ten censadas a 367 mulleres que levan o veo completo. Unha estatística pouco crible se, doutra banda, crese que hai entre 30.000 e 50.000 salafistas, entre eles varios miles de mulleres que levan veo, e ás que hai que engadir as do Tabligh, outro movemento fundamentalista e pietista. A máis nova das que levan o veo completo ten cinco anos. Só en Vénissieux, modesto barrio nos arredores de Lyon, circula un centenar de mulleres con veos negros. En Marsella, o 25 de xuño, ao redor dunhas 15 mozas exhibíronse nun centro comercial nun acto de militancia salafista cuxo propósito era "provocar á sociedade e á súa familia".
Estas mulleres expoñen un problema nos hospitais, onde algúns médicos recibiron ameazas físicas de maridos que pretenden decidir se a súa muller pode dar a luz mediante cesárea. Expoñen un problema á hora de emitir todos os documentos de identidade, nos matrimonios e outras formalidades necesarias para a obtención dos dereitos sociais, no uso dos bancos, os controis nos avións, a escolarización das nenas, dado que, en nome da laicidade da escola pública, "prohíbense as grandes cruces, as kipás, os panos islámicos, sexa cal for o nome que se lles dea". Expoñen un problema para os profesores, que non saben a quen devolven á nena que estivo ao seu cargo. Expoñen tamén un problema de seguridade, algo non despreciable nun país ameazado polos integristas alxerinos. E expoñen un problema cando, como en Italia, os salafistas esixen piscinas separadas para mulleres e, como en Holanda, hospitais só para musulmáns. "O islam político trata de instaurar un apartheid de sexos nas sociedades libres europeas", di a escritora turca Necla Kelek.

O movemento salafista era completamente alleo aos cinco ou seis millóns de musulmáns residentes en Francia, orixinarios do norte de África. Pero en cinco anos, segundo os RG, o salafismo atraeu tantas conversións como o Tabligh, o outro movemento integrista, en 25. Desenvolveuse a partir dunha idea de ruptura -política e relixiosa- con Occidente e os seus costumes "corruptos". Para Dounia Bouzar, antropóloga e investigadora asociada ao Observatorio do Feito Relixioso, "cando está en cuestión a relixión musulmá, todo o mundo deixa de aplicar os criterios de razoamento habituais. Eses grupúsculos que din ser salafistas non se inscriben na historia musulmá, senón que son unha derivación moderna, deste último século. Toda a estratexia dos salafistas consiste precisamente en facer pasar os seus discursos totalitarios por simples mandamentos relixiosos".

Máis aló mesmo da lexítima consideración dos dereitos da muller ou dos dereitos humanos, o veo integral, a ocultación, a non visibilidade da persoa coa que nos cruzamos e á que falamos é algo que choca e perturba ao occidental, din os psicólogos. Sen ese mínimo vínculo corporal non hai relación social posible. "O que me inquieta do burka é que estou a ser observada por unha persoa que me impide que a observe. Alí onde se atopa, o burka constitúe un atentado contra o bo equilibrio entre dúas almas", escribe Agnès Gouinguenette en Golias, unha revista de cristiáns de esquerda. Occidente esforzouse e séguese esforzando por integrar ao outro, por facer del o seu igual en toda circunstancia. O veo remítenos a unha alteridade total, a un rexeitamento absoluto.
"O burka non é ben recibido... Non podemos aceptar no noso país a mulleres prisioneiras detrás dunha reixa, illadas de toda vida social, privadas de toda identidade. Non é esa a idea que ten a República Francesa da dignidade da muller", dicía hai pouco Nicolas Sarkozy en Versalles.

Pero onde está a solución? Seica unha lei contra o burka non suporía levar a primeiro plano o temor a unha moi hipotética invasión de Francia polos musulmáns integristas? Mentres a Asemblea Nacional crea unha comisión informativa sobre o veo integral, Mohammed Moussaoui, presidente do Consello francés do culto musulmán, lembra "que ningún texto coránico ordena levar o burka nin o niqab, que en Francia segue sendo un fenómeno marxinal". Partidario de "un labor pedagóxico e de diálogo para convencer ás mulleres de que se incorporen á práctica do islam moderado", Moussaoui considera, como moitos cidadáns, que a prohibición podería ser contraproducente e difícil de aplicar. "Imos deter ás mulleres que leven o burka pola rúa e obrigalas a quitarllo? Iso fará que a maior parte delas queden na súa casa". Ademais, aínda que é fácil lexislar cando a integridade da persoa está en perigo, como no caso da ablación do clítoris, a poligamia e as transfusións de sangue para salvar vidas de nenos, é moito máis difícil cando se trata de persoas adultas convencidas de que se respectan a si mesmas ao levar o veo.

En Francia, como en Alemaña, son a miúdo francesas e alemás de orixe musulmá, ou conversas recentes, as que escollen o burka ou o niqab, e aseguran que o fan con toda liberdade e ate que senten máis libres con esa "protección" fronte á mirada dos homes. Son todos os homes presuntos violadores en potencia? Podemos preguntarnos como é posible que estas mozas sexan capaces de adoptar unha peza que é unha provocación pero que non ten grandes consecuencias para elas, sen pensar nas súas irmás de Oriente, para as que simboliza a peor das opresións. Para Elisabeth Badinter, "sexa subversión, provocación ou ignorancia, o escándalo é, máis que a ofensa do voso rexeitamento, o bofetón que dades a todas as vosas irmás oprimidas, que -elas si- corren perigo de morte por tentar gozar dunhas liberdades que vós desprezades".
EL PAÍS 31/08/09